El templo de Santa Eulalia, lo pensé mientras entraba en él por las escalinatas de su puerta principal, parecía de lo más indicado como escenario para las confesiones de Rosa. En primer lugar su torre, situada justo en el centro de la fachada, apuntaba hacia el cielo de manera firme y erecta, tal que puntiagudo falo. Después, ya dentro, nos acogerían las ojivas góticas de las naves, el olor a incienso- al que era muy aficionado el párroco de la iglesia -y los altares barrocos, recargados y tensos, pero emanando siempre una cierta lujuria, por lo menos escultórica.

En aquella misa de viernes eran pocos los feligreses asistentes, casi todos ellos de edad avanzada. Las restricciones presupuestarias habían favorecido las inclinaciones hacia lo medieval del sacerdote a cuyo cargo estaba el culto y así las lámparas eléctricas habían cedido mayormente lugar a cirios, velas y otras luces de bajo costo. Sólo el altar mayor, en el que iba a oficiarse la misa, se hallaba bien iluminado, mientras que el resto del magno espacio permanecía en la semipenumbra, apenas visibles las naves laterales, punteadas de débiles llamas en altares y columnas.

Publicado el martes, diciembre 31, 2013 por El Barquero

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Todo empezó una tarde gris, cuando me tomaba un café en uno de mis locales preferidos del centro de la ciudad. El Plaza era una cafetería pequeña que principalmente hacía su negocio con las mesas de exterior, que siempre se llenaban cuando el tiempo lo permitía. A mi, sin embargo, me gustaba entrar dentro y hacer mi consumición sentado en uno de los taburetes de la barra. Me encantaba el chapado de madera de las paredes, ya desgastado y de barniz oscuro, en el que colgaban algunas fotos en las que la plaza de Santa Eulalia aparecía retratada a lo largo de los años y otras del ya fallecido Andrés Sierra, antiguo propietario del Plaza, varias de ellas memorables, como aquélla en que aparecía en la liberación de París, al final de la segunda guerra mundial, vistiendo uniforme de la legión francesa.

Justamente, cuando estaba yo contemplando, un poco absorto, la foto comentada, me sacó de mi ensimismamiento una voz de mujer:

Publicado el lunes, diciembre 30, 2013 por El Barquero

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Foto de François Benveniste

Elia se quedó un rato mirando absorta la colcha de vivos colores que había comprado la semana anterior, felicitándose por su adquisición, mientras su novio Alberto se duchaba. El ruido del agua cercana hizo sin embargo que pronto cambiase el foco de atención de Elia. ¡Qué suerte había tenido con aquel hombre! Alegre, inteligente, apuesto y... ¡un artista en la cama! ¡Ay, qué tres horas más maravillosas acababa de pasar! Pero... ¡tenía que levantarse! Alberto marchaba de viaje por motivos laborales y ella quería aprovechar el resto de tarde para hacer unas compras.

Se despidieron en la estación y luego Elia marchó hacia una de las principales calles comerciales de la ciudad donde, después de pasar por varias tiendas, acabó a última hora en una librería. No tenía pensado comprar ningún libro pero le apeteció entrar a ver las novedades puestas a la venta y así lo hizo. Cuando ya estaba a punto de marcharse del lugar se entretuvo hojeando el último de los libros de Vargas Llosa, uno de sus autores favoritos, y entonces se dio cuenta de que muy pegado a su cuerpo, excesivamente, se encontraba un hombre un poco más joven que ella. Era delgado, con una nariz algo aguileña, pelo corto negro de aspecto deliberadamente descuidado y barba incipiente. Vestía pantalones vaqueros, camisa blanca y americana ligera gris y calzaba unas zapatillas de vestir de color verde oscuro. En una de las orejas llevaba un extraño pendiente rojo y negro que parecía un pequeño escarabajo. A Elia le llamó la atención la vestimenta de aquel personaje pero le incomodó su forzada cercanía y se apartó de él. El individuo se apercibió de inmediato del movimiento de Elia y como si fuera la cosa más normal del mundo la saludó con una sonrisa.

Publicado el domingo, diciembre 29, 2013 por El Barquero

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Foto de Sára Saudkova


Siendo Adela una persona en general osada pronto optó por la segunda de las alternativas sugeridas por Mateo: penetraría en el abismo, con los riesgos que eso conllevaba. La decisión la libró de una parte de su desasosiego, aunque no de todo él, porque ello era imposible. Como el guerrero antes de la batalla, Adela tuvo miedo, y éste se fue incrementando según se aproximaba el día que ella misma había fijado para su reencuentro con el viejo sátiro. Realmente no tenía ninguna garantía de volverse a encontrar con él pero su intuición le señaló que si bajaba al metro en el mismo día de la semana y a la misma hora en que lo había hecho una semana antes, iban a coincidir de nuevo.

En la boca del metro, Adela se detuvo durante un buen rato, velando sus armas o preparándose para su sacrificio de iniciación, porque así se veía ella: como una luchadora y también como una neófita que fuera a ser iniciada en los misterios infernales. El corazón se le aceleró de nuevo, tocando a ritmo de tambor, y con una mezcla de pena profunda y deseo impetuoso, bajó escalón a escalón hacia el suburbano.

Publicado el miércoles, diciembre 25, 2013 por El Barquero

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La calma interior que Adela experimentó al despertar tras su intensa experiencia con el viejo sátiro le duró poco. Lo que había vivido era tan atípico para ella y rompía de tal manera con su concepción del mundo (por lo menos en lo relativo al sexo) que el desasosiego no tardó en hacer aparición de nuevo en su ánimo. Tal vez si su cuerpo hubiese recobrado el anterior equilibrio, si las células y neuronas se hubiesen mostrado amnésicas a lo ocurrido, Adela habría podido pensar que el extraño suceso había sido algo casi onírico y excepcional, más fuera de la realidad que en ella. Pero el deseo de repetir, inevitablemente mezclado con asco y vergüenza, le dijo alto y claro que lo ocurrido había sido muy cierto. Así, la desazón fruto de su contradicción interna cobró rápidamente fuerza.

Adela ni tan siquiera tenía con quien poder compartir su problema. Sabía de sobra cual iba a ser la reacción de sus amigas si les confesaba lo ocurrido. En su círculo se veía mal tener relaciones sexuales con un hombre mayor. Adela no había reparado hasta entonces lo enconada y axiomática que era esta apreciación entre su gente cercana. A lo sumo podían tolerarse ciertas veleidades al fantasear con personajes maduros y famosos, al estilo del actor George Clooney, pero incluso éstas no debían abandonar el mundo de lo imaginario. Si Adela llegaba a contar que había orgasmado tras ser toqueteada por el sátiro del metro, su estigmatización estaba más que asegurada. ¿Su madre? Bueno, ella intentaría comprenderla, darle su apoyo amoroso, pero se asustaría mucho, sin duda y Adela podía hasta ver cual sería su cara de asombro y de espanto, mostrándose abiertamente a pesar de los vanos intentos de ocultación de su progenitora.

Publicado el martes, diciembre 24, 2013 por El Barquero

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La joven Adela, con la mirada perdida en algún punto indefinido frente a ella, permanecía de pie y sin contestar a su padre, que con la ventanilla del coche bajada le preguntaba una vez más:

- ¡Adelita, que no te has despertado aun esta mañana! ¿Te acompaño o no a la facultad? Hoy he de pasar muy cerca del campus de la universidad, no me cuesta nada acercarte... ¡¡Eh, embambada!! ¿Qué me dices?

- ¡Vete papá! -acertó a balbucear la estudiante -Iré en el metro, porque antes, antes... ¡He de hacer unas cosas!

- ¡Pues que te vayan bien las cosas! ¡Y despierta ya Adela!

Tras deshacerse de su solícito progenitor, Adela se encaminó hacia la cercana parada del metro, mientras una creciente sensación de desasosiego y de angustia tomaba posesión de ella. Durante unos minutos tuvo que detenerse porque no pudo evitar prorrumpir en llanto y se ocultó en la entrada de uno de los edificios de la calle. Después continuó su marcha, paso a paso, escoltada parecía por guardianes invisibles que la forzaban a no detenerse, como una víctima que se encamina al altar de algún dios sanguinario para ser sacrificada.

Publicado el domingo, diciembre 22, 2013 por El Barquero

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Me había ocultado en aquella taberna de colores estridentes pero tristes. La paleta de Van Gogh había sido desprovista allí de su luz, tornándose plomiza, aunque los amarillos, rojos, azules y verdes, no dejasen de estar presentes. Sobre la barra, chapada en su frente de madera pintada en verde oscuro, hecha en su plano horizontal de un marmol blanco ya muy desgastado, estaba mi bebida, un pequeño vaso de licor. Bebía yo a sorbos muy pequeños, separados uno de otro por el miedo, más que justificado.

Porque ahora sabía que mis perseguidores se encontraban casi al lado. El sonido de los disparos de sus pistolas, el tableteo de las armas automáticas se había dejado sentir muy cerca, en el antiguo taller de carpintería de mi abuelo, ahora convertido en aparcamiento de coches. Era evidente que me buscaban allí, a solo unas pocas decenas de metros de distancia de donde realmente me hallaba y que no tardarían en dar conmigo.

Publicado el jueves, diciembre 19, 2013 por El Barquero

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 (I)

- Póngame una dorada. Preparada para hacer a la plancha...
- ¿Grandecita?
- Bueno, más o menos, mediana...

El rojo de los labios pintados pintados de la vendedora de la pescadería destacaba más con sus vestimentas blancas recién puestas y su cofia de redecilla. Era bajita y regordeta pero muy sensual, seguramente un torbellino sexual si alguien era capaz de darle al off del encendido de su reptiliana máquina lasciva. 

La vendedora escogió el pescado adecuado ante la mirada atenta del comprador y luego procedió a abrir en canal la pieza para sacarle las vísceras, preparándola para ser pasada por la plancha. Mientras tanto hacía bromas a su compañero, otro bajito y simpático vendedor, que  departía con una segunda clienta.

Publicado el lunes, noviembre 25, 2013 por El Barquero

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Pasé la mano puesta de perfil, como un cuchillo, por el surco que recorría la espalda de Elia. Pensé al hacerlo que cortaba la carne prieta de la hembra y que rompía una a una las vértebras de su columna. Pero no pretendía con ello darle muerte sino, bien al contrario, que vibrase con nuevos acordes su vida.

Me parecía la espalda de Elia una cordillera poderosa y joven, nacida hacía poco del choque telúrico entre una magmática lujuria roja y una inasible espirtualidad azulada. Al pasar por los espacios de su accidentada pero suave orografía, ésta me respondía con temblores y erizamientos de piel, con suaves gemidos y ayes emitidos desde la boca de aquel cuerpo volcánico. Y así, una vez y otra, puesta en una posición y cambiada luego a otra, mi mano se paseaba insistente por aquella espalda, cultivándola y sembrándola de deseo.

Penetré finalmente en el agujero de su culo porque así me lo pidió y así se me ofreció. Su coño encharcado recibió al tiempo otra verga también muy deseada. Así, doblemente entrada, era como Elia conseguía disfrutar de sus mejores orgasmos y así era también como podía llevarnos a sus amantes a tocar casi el cielo, arrastrándonos con fuerza cósmica dentro de su huracanado torbellino de estallidos y de descargas brutales y convirtiéndonos en lava encendida del interior de la Tierra o en átomos fusionándose dentro del Sol.

La sacerdotisa Elia, se hacía llamar y la llamaban, porque ofrecía sacrificios continuados a su travieso dios del sexo y porque no quería otra cosa sino gozar y hacer gozar. Y seguramente más lo segundo que lo primero. “Soy bella y bestialmente lasciva. El sexo es para mi un alimento sagrado, pero de lo que más disfruto es de darme y de que los demás disfruten de mis dones”, así me habló Elia un día.

Publicado el sábado, noviembre 16, 2013 por El Barquero

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Mientras Berta, sentada en el sofá, la escuchaba, Belinda desarrollaba múltiples tareas en la casa, una de cuyas principales finalidades era la de exhibirse. Sin duda, Berta lo reconocía, su amiga lo hacía con elegancia y con una teatralidad muy estudiada que hacía aparecer lo premeditado como casual. Así, Belinda, que la había recibido hacía sólo cuestión de unos cinco minutos, muy formalmente vestida con el atuendo propio de una respetable doctora en días de consulta, se hallaba ya semidesnuda, cubierta sólo por unos pantaloncitos cortos verdes muy ajustados y mostrando plenamente el palmito de su cuerpo. Pero en apariencia Belinda lo que quería era simplemente enseñarle a Berta los mínimos pantalones, que pensaba usar para hacer espining.

¡Ay! La taimada Belinda sabía bien donde iban a ir los ojos de su querida Berta, mientras ella comentaba, moviéndose con suma gracia, el corte de los pantalones verdes de deporte. Porque aunque Belinda se amaba y deseaba a sí misma por entero, conocía de sobra el magnetismo abrumador de sus pechos, aquellos dos deliciosos quesos de tetilla, como gustaba de decir utilizando la metáfora gastronómica. Pero era cierto, las tetas de Belinda, por su forma, curvas y líneas parecían haber inspirado a los queseros gallegos y sin duda estaban para comérselas. No sólo la grávida consistencia de aquellas tetas resultaba seductora- "Su propio peso hace que caigan firmemente", dijo en una ocasión Belinda -sino que remataban en dos aureolas morbosas, grandes y cónicas, rugosas, en las que el pezón poco destacaba del resto. Éstas venían a ser como el cúlmen luminoso de dos cúpulas impresionantes, diseñadas por el gran arquitecto ADN.

Publicado el miércoles, octubre 09, 2013 por El Barquero

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Una y otra vez te sacudes,
tiemblas,vibras y te despeñas,
por las profundas gargantas,
que recorren tu fértil vientre.

Se dispara tu cuerpo como un arco,
tenso hasta el límite y mostrando,
la energía salvaje de mil yeguas,
corriendo libres salvajemente.

Eres la fuerza del placer rotundo,
la llama de la madre tierra,
el rayo que parte hacia el cielo,
tras el estallido soberbio.

Publicado el martes, octubre 08, 2013 por El Barquero

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Te voltea, te posee, te mueve.
 
Quién eres tú ahora?
cuando tu aire es el suyo
y él lo ha de respirar antes,
para que te alimente y dé vida.

¿Quién eres tú ahora?
Criatura esclava de los orgasmos,
de los gozos y las perversiones,
que sólo tu dios humano proclama.

¿Quién eres tú ahora?
Encharcada, palpitante y que suplica,
ser penetrada sin compasión,
y chorreada de leche dentro,
entre gritos de animal encelado.

Te voltea, te posee, te mueve.

Publicado el lunes, octubre 07, 2013 por El Barquero

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Consciente de lo delicado de su situación, Berta realizó dos bravíos intentos por solucionarla, apuntando hacia blancos diametralmente opuestos. En primer lugar buscó sosegar su exacerbado deseo, poner límites y fronteras a unos impulsos que parecían totalmente desbocados. Era una vía muy nueva para ella y con la que su carácter y temperamento parecían poco compatibles. La lucha contra el apego a los sentidos y la disciplina, que no es disciplina, de contemplar nuestras emociones sin que éstas nos dominen, es un combate que pueden realizar con éxito sólo un tipo determinado de personas, aquéllas propensas a sondear dentro de si mismas, a la introspección y a un controlado autoaislamiento. Para los personajes sensualmente explosivos como Berta, que por tendencia natural hacen cosas antes que pensarlas, la práctica del desapego resulta muy ardua.

Berta jamás había tenido necesidad alguna de limitarse en sus prácticas sexuales. Dotada de sentidos vigorosos, inteligente y audaz, la mujer estaba acostumbrada a gozar del sexo plenamente y siguiendo siempre sus impulsos. Le había ido muy bien hasta entonces, disfrutando mucho desde que era adolescente y prácticamente alcanzando simpre lo que se proponía en materia de sexo. Incluso los enamoramientos, intensos pero breves, estuvieron exentos de los dolores y malestares que suelen llevar aparejados. Pero ahora Berta se veía sorprendida por su obsesión enfermiza hacia el distante Tesifonte, algo que por primera vez en la vida la superaba.

Publicado el jueves, octubre 03, 2013 por El Barquero

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En la gran tienda, repleta de aparatos eléctricos, electrónicos e informáticos, Berta subió y bajó escaleras mareada. Deseaba huir de su obsesión, que cada vez la atosigaba con mayor virulencia. Quizás, pensó, salir de compras la ayudaría en aquella tarde gris de viernes.

Pero finalmente Berta resulto de nuevo vencida. La imaginaria lengua de Tesifonte paseaba de nuevo por sus labios morbosamente excitados, tensos anhelando el goce, húmedos por los flujos que ya chorreban y Berta tuvo que buscar consuelo en el escondite más próximo que encontró, tras la puerta de uno de los almacenes de la tienda. Sabiendo que lo que hacía era muy arriesgado pero llevada por un impulso ciego, se desnudó casi por completo y empezó a masturbarse alocadamente.

Publicado el miércoles, octubre 02, 2013 por El Barquero

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Berta tenía ya dolorida la musculatura del bajo vientre a causa de los espasmos orgásmicos repetidos. Sin embargo, el dolor y el cansancio no impedían que se continuara corriendo con fuerza. Ella misma era la primera sorprendida por su resistencia y por la tremenda capacidad de las muy sensibles terminaciones nerviosas de su clítoris para no adormecerse y continuar vivas, impetuosas, ansiosas por vibrar, como en una descarga que ocurriera tras largo tiempo de abstinencia sexual.

Pero, ciertamente, la situación era muy distinta a la que supondría no haberse corrido en días, en semanas o quizás en meses... ¡porque Berta llevaba casi dos días enteros masturbándose de manera continuada! El ritmo era mucho más intenso por las noches y en los momentos en que la mujer podía quedar en soledad, pero incluso cuando estaba trabajando o compartiendo actividades con su familia, Berta desaparecía durante unos minutos y se toqueteaba hasta correrse en el baño o tras la puerta de cualquier habitación. Estos momentos, parecidos a los que el yonqui busca para inyectarse o el alcohólico  para beber unos tragos, a pesar de su brevedad y estrés le proporcionaban curiosamente estallidos de los más poderosos.

Publicado el sábado, septiembre 28, 2013 por El Barquero

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Alexia, aun en la ducha, pudo oir como su marido se despedía de ella y cerraba la puerta de la casa. Estaba sofocada, muy sofocada. En su cabeza batallaban a muerte sentimientos muy contrapuestos y cada uno de sus choques, acerados y sanguinarios, suponía una oleada de impetuosas sensaciones que le removían el cuerpo. Se hallaba presa al mismo tiempo de una excitación sexual brutal, de un miedo feroz a dejarse llevar por sus impulsos y de una rabia al rojo, que tenía como destinatario al mismo hombre que movía su lascivia y desataba los punzantes temores.

Aquel patán, pensó mientras se secaba temblando, no merecía realmente ni un instante de su atención. Tampoco era acreedor su marido de una infidelidad repetida. Podían haber influido en el primer desliz la sorpresa misma y también, preciso era reconocerlo, esos deseos de sexo fuerte que la acosaban desde hacía un tiempo y a los que su querido Matías no podía responder aunque a veces lo intentase. Pero ahora, sabiendo ya a lo que se enfrentaba, ella debería poder poner fin a aquel asunto...

Publicado el lunes, septiembre 23, 2013 por El Barquero

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Adela llegó una vez más con la lengua al botón hinchado de su amiga y lo toqueteó con suavidad. Cristina respondió con un ¡ay! deseoso, un gemido suave pero tenso que traducido al habla de los amantes lascivos significaba un ¡sigue y avanza! imperioso. La peticionaria, sin embargo, no pudo evitar ser más explícita y la rotunda frase "Dame gusto, mi puta! salió ametrallada luego de sus labios.

Y Adela, sí, respondió con arte al llamado de su querida Cristina, deslizando con habilidad la lengua para hacerla danzar con un clítoris vibrante que demandaba placer. La mujer tuvo que hacer un considerable esfuerzo para concentrarse en el virtuoso cometido, porque su sexo y su vientre sentían ya la tremenda presión del volcán del orgasmo a punto de estallar. El amante de Adela, Jasón, la penetraba con fuerza, cada vez con más ímpetu, embestida a embestida, y los estallidos clamorosos no podían tardar en llegar.

Publicado el martes, septiembre 03, 2013 por El Barquero

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El viento sopla en la planicie, suave pero constante, cargado de electricidad, densamente húmedo, anunciando, quizás de manera cierta, quizás mintiendo, una tormenta próxima. La naturaleza se abre en el campo casi desierto, se enseña, muestra sus interioridades. Y el caminante marcha, paso a paso, mirando a veces atrás con nostalgia, a veces hacia delante con inquietud y ansia pero a menudo sólo a su alrededor y a su presente.

Una vez más el andariego ve a la diosa que se le muestra. De repente, como un animal al acecho, aparece Ella. Desnuda, a medias acuclillada sobre unas balas de paja que se hallan en el medio de uno de los campos. La posición que mantiene sería de incierto equilibrio para cualquiera pero la lasciva Inmortal la adopta con soltura. Los muslos muy abiertos forman una doble uve cuyo pico central es el coño de la divina hembra.

Llega un aroma narcótico, criminal, en el que cabalgan la suave piel de Aquella que no puede morir, los matices de su cabello al viento, el fragor de batalla de su sexo siempre dispuesto, la paja apilada y el aire que acumula vapor y que se hace gris cuando asciende y negro casi sobre la diosa que se exhibe. Mi Amante llama para que la conquiste.

Publicado el domingo, marzo 17, 2013 por El Barquero

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El macho cabrío presidía el sillón de trono en el que Ella se estiraba. Los huesos descarnados del animal, sus grandes cuernos curvados, señoreaban el respaldo del asiento barroco, tapizado de rojo y de maderas pintadas con un barniz que rememoraba oros. Como un arquetipo mítico, el cráneo esparcía significados y metáforas y entre ellos, sin duda, se encontraba el de que sólo un macho poderoso podría poseer a la que se exhibía abajo. Pero también nos hablaba de lo incierto de la fidelidad, forzada o voluntaria, de una mujer tan bestialmente lasciva, aunque su celador, siempre en guardia, fuese bravío y violento.

Y en la sombra estaba Él, invisible, pero ciertamente presente, celoso y vigilante de aquella fuente inagotable de sensualidad, de fluidos narcóticos siempre nuevamente deseados. Por mi parte me hallaba envuelto en lo oscuro, temblando, sintiéndome desvalido y débil, pero al mismo tiempo impelido a acercarme a Ella y a tocarla, a juntar mi piel con la suya, a comerla, a penetrarla, a batir mis cojones contra su sexo, clap-clap-clap, entrada a entrada, embestida a embestida, tensa y persistentemente, perdiendo el aire asfixiado pero con mil agujas de placer clavadas profundamente en carne.

¿Qué estaba haciendo? El aroma de la reina en su trono me llegaba, me golpeaba, caía sobre mi como el salivazo venenoso de una sierpe: una mezcla de crudo sexo encharcado y de sutiles vapores casi florales emanando de aquella piel finísima y tersa. La soberana se estiraba contorsionándose con lentitud, enseñando cada una de las partes de su anatomía lujuriosa, modulando su impacto, lanzando cañonazos mortíferos. Sin duda Ella sentía el peligro, lo gozaba, sabedora de que a cada paso que Yo daba podía estar acercándome a mi final. Pero también le llegaban mi deseo desbocado, mis ansías desmesuradas por poseerla y esa locura que podía llevarme a la muerte por Ella. Y desde luego quería abrirse al que era capaz de inmolarse por tenerla.

Así pues, aunque todo era incierto, paso a paso, rompiendo lo negro, con mis brazos y piernas siendo cuchillos, me acercaba al trono. El gozo de la hembra soberana, la muerte a manos de su celador o quizás ambas cosas, me estaban aguardando.



Publicado el viernes, marzo 01, 2013 por El Barquero

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A fecha 1 de marzo del 2013 este bloc ha efectuado un ¡¡Reset!! radical, rotundo y rabioso y se ha puesto a cero. En realidad los artículos hasta ahora publicados no han desaparecido aunque, eso sí, hayan pasado a mi biblioteca particular.

El Abandono del Castillo resulta ser más lento y trabajoso de lo que uno quisiera, pero poco a poco se va realizando. Por ello está justificado el cambio parcial de imagen del blog que a partir de ahora será, además de todo, más dinámica, incluyendo la misma cabecera.

Empieza una nueva etapa que no quiero prejuzgar, ya lo harán las personas lectoras, en particular aquéllas que puedan comparar con la anterior. Pero desde luego, aunque veréis que muchas cosas siguen igual, también os daréis cuenta de que otras han cambiado.

Saludos y besos a doquier.

Publicado el viernes, marzo 01, 2013 por El Barquero

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