- ¡Es grande!
- ¡Es grande!
Publicado el lunes, marzo 02, 2015 por El Barquero
Hwyfar y yo nos conocimos como blogueros, en los espacios virtuales. Transcurrieron a partir de entonces bastantes meses de mero intercambio epistolar, que en sí mismo parecía autosuficiente y en este tiempo sólo nos enviamos algunas fotos. Ni siquiera hablábamos por teléfono ni wasapeábamos. Luego, casi de manera repentina, como una presa que se ha ido llenando poco a poco pero que finalmente rompe y desborda, llegó la petición de ella. Un día sonó el móvil y al descolgarlo oí por primera vez la voz de la mujer:
- Hola, soy Hwyfar, quiero encontrarme contigo.
Era lo que yo había pretendido desde el principio y en la forma deseada, porque había sido Hwyfar la peticionaria de la cita.
Me resultó fácil convencerla para que quedásemos en un hotel. Las citas en hoteles me traen muy buenos recuerdos de vibrantes encuentros lascivos e incluso de inicios de romances. Reservamos habitación y acordamos que el que llegase primero subiría para esperar al otro. Sin embargo cuando entré en el vestíbulo del recinto, habiéndome retrasado un poco respecto a la hora prevista, en un primer vistazo sobre aquel espació, pude ver a Hwyfar sentada en un sofá. Ella, durante unos largos segundos, no se dio cuenta de mi presencia.
Hwyfar me pareció alta. Yo sabía que lo era pero seguramente mi imaginación se había obstinado en empequeñecerla por lo menos diez centímetros y la realidad desmentía sus pretensiones minimizadoras. Ahí estaba, con su pelo lacio y oscuro, teñido de matices violáceos, las gafas rectangulares que teatralizaban a una eficiente ejecutiva y con aquellos pómulos y barbilla marcados que tanto me habían gustado en sus fotos. Los labios, sí, estaban hechos para ser besados. Llevaba puesta una falda azul bastante corta y una camisa blanca escotada en pico que dejaba ver una telaraña de collares negros sobre la piel de su pecho.
Fui hacia ella y enseguida me vio, levantándose. Estaba seria y algo nerviosa, sólo se dejó besar en las mejillas. Subimos hacia la habitación con el ascensor, ella ya había recogido la tarjeta e hizo lo posible para que el recepcionista no nos viera ascender juntos, pero no lo consiguió. Mientras el ascensor llegaba a la cuarta planta ambos estuvimos callados. Yo miraba a Hwyfar a los ojos pero mi amiga los desviaba con una cierta incomodidad y una sonrisa forzada. En otro tiempo yo habría padecido por aquella situación pero ahora la gozaba plenamente. Acaricié los pómulos de Hwyfar por primera vez y paseé un dedo suavemente por sus labios mientras ella se mantenía pasiva.
- No sé si podré - me dijo Hwyfar cuando entrábamos en la habitación 404
No le contesté pero mi pensamiento fue: “¡Sobradamente, querida Hwyfar, sobradamente!”
Ya dentro, Hwyfar se situó en el espacio entre la cama y el ventanal, mirando hacia el exterior. La ventana estaba completamente abierta pero el hotel se encontraba muy alejado de otras edificaciones y no podíamos ser observados a través de ella. Me planté frente a Hwyfar y le acaricié la cara con detenimiento. Busqué sus labios pero sólo con una cierta desgana se acoplaron a los míos, aunque mostrando un tremendo potencial lascivo. La empecé a desnudar poco a poco, primero la falda y los zapatos y, cuando quedó despojada, recorrí sus muslos y sus piernas envolviéndolos entre mis manos y depositando besos sobre ellos. Varias veces lo hice y aunque me acercaba a su sexo no quise tocarlo. Llegó ya a mi sin embargo el dulce aroma de hembra encelada, que empapaba el aire a pesar de la dura batalla que se libraba en la mente de Hwyfar. “El animal que eres poco entiende de tus objeciones y prejuicios, mi deseada”, pensé entonces.
Continué, quitándole a Hwyfar la camisa, desabrochada lentamente botón a botón. Luego dudé sobre qué hacer con los sujetadores, ¿iban a ir también fuera?. Hice algo que siempre me ha gustado, le bajé las copas, dejándolas por debajo de sus tetas, desde aquel momento exhibidas. Tenía duros los pezones, que deseaban contacto. Mis dedos bailaron con ágil diversión alrededor de aquellos deliciosos y encabritados botones. Un primer y débil “¡ay!” escapó de su boca entonces. Chupé, ante la inequívoca señal que me impelía a avanzar, uno de los mugrones de Hwyfar con cierta fuerza y ella respondió con un latigazo de todo su cuerpo y lanzándome por primera vez un brazo sobre el hombro. También sus ojos buscaron los míos por un instante, expresando una interrogación- ¿cómo es posible que esto ocurra? - y un deseo de entrega aun impedido.
Publicado el jueves, febrero 26, 2015 por El Barquero
En varias ocasiones estuve a punto de romper mi compromiso con Veranika para ir a visitarla a su hotel. En las conversaciones que tuvimos por teléfono y por whatsapp después de nuestro encuentro en Starbucks, la rusa dejó claras dos cosas: la primera fue que el encuentro iba a ser de naturaleza sexual, no se trataba de una visita de cortesía amical ni nada semejante. La segunda consistía en que no estaba dispuesta a darme detalle alguno respecto a cómo iba a discurrir la cita. Repetidamente le pregunté si estaba sola y repetidamente me contestó que "si tienes ganas de follarme, ven y no preguntes". Y bueno, era cierto que me apetecía mucho estar con la joven matemática. Como ya expliqué antes, a pesar de su discreta aparición en Starbucks, no se me escapaba que Veranika era una mujer de bandera, de aquellas a las cuales el acceso es muy difícil para los varones ordinarios, salvo que sea con la tarjeta visa en mano comprando sexo mercenario. Se trataba de una oportunidad si no única por lo menos de difícil repetición, de manera que al final acabé aceptando el riesgo que suponía la cita y acudí al Hotel Inglés, donde me dijo que se hospedaba, a las cinco de la tarde del día siguiente.
- ¿A qué habitación, por favor?
- En el ático sólo hay una habitación, señor.
Subí pues hasta el ático y mi primera sorpresa, al abrirse las puertas del ascensor, fue encontrarme con un gorila humano de casi dos metros que, a pesar de llevar puesta una sonrisa de lado a lado, no dejaba de ejercer un efecto bastante intimidatorio. En el mismo vestíbulo de la habitación el guardaespaldas me cacheó y, con un cierto susto por mi parte, se quedó con mi móvil. Luego me hizo pasar por una de las tres puertas del vestíbulo y el marchó por la otra.
Respecto del hombre que la poseía, que supuse sería el mafioso del que me había hablado, su edad sería de cerca de cuarenta años, llegaba casi a tener el mismo tamaño del gorila que me había recibido y se le veía fuerte, con brazos y piernas muy poderosos. La musculatura, sin embargo, parecía torneada más en barrios peligrosos, cárceles y campos de batalla que en el gimnasio. Su rostro era duro, muy duro, como escultura cincelada a hachazos, con unos ojos azules que quemaban al mirar. Iba rapado al cero, supongo que para encubrir una calva importante. Aunque Veranika no tenía nada de pequeña, encima de aquella bestia parecía una muñeca.
Desde el momento en que me vio entrar una sonrisa entre cariñosa y maligna apareció en el rostro de la estudiante. Observé como una mano suya iba hacia los cojones del mafioso, cogiéndolos y estimulando al primate para que la acometiera con más fuerza. Cuando ya me encontraba cerca de la pareja, Veranika se corrió berreando y sin dejar de mirarme.
El impulso sexual y el de huida competían en mi psique bravamente. Mi miedo pudo más en aquel momento.
- Veranika, con todos los respetos y con vuestro permiso, me gustaría marcharme.
La rusa contestó a mi petición con una risa tonta de niña traviesa.
- Ahora ya no puedes, bobo, has de follar conmigo... ¿Verdad Nicolái?
El gigante me sonrió abriendo los brazos con una expresión que parecía indicar algo algó como "Si ella lo dice..."
- Desnúdate querido... ¿no te pongo?
- Veranika, yo así... soy incapaz...
- ¡Pero qué cobardón! ¡Ay, menos mal que lo había previsto!¡Andrei, Andrei!
Ante la sonora llamada de Veranika, apareció pronto en la sala el guardaespaldas que me había recibido. Observé con espanto que esgrimía una jeringuilla con su correspondiente aguja hipodérmica. Mientras yo ya me daba casi por muerto, de repente Veranika me habló en francés:
- Ne ayez pas peur mon cher ami. Si je voulais être avec vous était nécessaire de recourir à une astuce. Depuis Nicolai est un peu sadique, cette proposition lui semblait intéressante. Mais je lui ai dit que je l'ai fait pour revenir à une impertinence que vous avez dit. Tranquillité et profiter, mon ami.
"No tengas miedo mi querido amigo. Si quería estar contigo era preciso recurrir a algún truco. Dado que Nicolai es un poco sádico, esta propuesta le pareció interesante. Pero yo le he contado que lo hacía para vengarme de una impertinencia que me dijiste. Tranquilidad y a gozar, mi amigo".
- ¡Marquis de Sade, "Jatil"! ("Jatil", algo así sonaba, lo que le dijo al final, luego supe que significaba "Querido")
- ¿Piensas que te voy a matar pequeñín? ¡Qué va, de poco me servirías entonces! ¡Quizás al final! De momento un poco de prostaglandina nos servirá... Estarás bien empalmado por mucho miedo que tengas. ¡Desnúdate ya!
Publicado el lunes, enero 05, 2015 por El Barquero
- ¡No encuentro lo que busco! ¿Me podría ayudar? (Seguramente me había visto pinta de profesor amabilísmo y por eso recurría a mi sin más. Luego supe que Veranika era particularmente diestra para hacerse una rápida idea de cómo eran las personas)
- ¡Sabe usted de programación! ¡Lo veo!
- Algunos conocimientos tengo, algunos... (Aquí estuve tentado de decirle a Veranika por qué había podido ayudarla realmente, pero preferí dejarlo en que yo disponía de "algunos conocimientos")
- Me resultaría muy aburrido hacer sólo de estudiante,- dijo en un momento dado mi nueva conocida -necesito más... ¿Cómo se dice? Movimiento... movimiento y... pasión, en mi vida.
- Pero mi padre- rió Veranika -me enseñó desde pequeña artes marciales y como montar y disparar el AK-47 y la pistola TT-33. Y yo tengo gran intuición para anticipar qué hará la gente y qué quiere...
- Una pistola maravillosa- sentenció la rusa - ¿Sabe qué? -dijo bajando la voz.
- ¿Qué?
- ¡Que tuve a un cabrón follándome mientras yo le apuntaba a la cabeza con la Tókarev!
- ¿Qué?
- Sí, sí... ¡intentó violentarme! Y luego yo le obligué a que me penetrara... ¡con el cañón en le cráneo!.
- Aunque me siguen gustando más las matemáticas que los negocios. Ahora yo y dos compañeros estamos trabajando en la resolución de uno de los problemas del milenio: la hipótesis de Riemann. Es una conjetura formulada en 1859 que guarda relación con la distribución de los números primos en el conjunto de los números naturales. ¿Sabe de qué le estoy hablando?
- Más o menos... ¿Siguen dando el premio de un millón de dólares a quien resuelva alguna de los seis problemas que quedan?
- Lo siguen dando y... ¡nosotros no haremos como Grigori Perelmán, que renunció al dinero tras demostrar la hipótesis de Poincaré, nosotros cobraremos el millón!
- ¿Se va a marchar sin intentar seducirme?
- ¿Qué posibilidades tendría de hacerlo?
- Depende... de lo que me pueda ofrecer... ¿Vendría a visitarme mañana al hotel?
- ¿Y cómo sabes que te voy a dar lo que deseas?
- ¡Déjelo de mi cuenta, usted simplemente acuda!
Publicado el domingo, enero 04, 2015 por El Barquero
Publicado el martes, diciembre 30, 2014 por El Barquero
Una firme vocación (III): Soy una cíborg |
Publicado el jueves, diciembre 25, 2014 por El Barquero
Publicado el miércoles, diciembre 17, 2014 por El Barquero
Yo
- El Barquero
- Soy el barquero que abandona el castillo cruzando su ancho foso. Soy también aquél que cruza el puente, dejando atrás el imaginado Jardín del Edén.