Un artículo leído en otro blog ("Escrupulosos en el sexo") me ha llevado a indagar nuevamente sobre la cuestión de los aromas, perfumes y olores vaginales. La verdad es que en mi experiencia personal me he encontrado de todo, desde aromas muy suaves hasta intensos olores capaces de ocupar todo el espacio de una habitación. Reproduzco a continuación un artículo de "Xataka. Ciencia de forma sencilla: Los olores de la vagina " sobre esta cuestión. Lo hago así y no mediante enlace únicamente porque la foto de Xataka, en este caso, me parece de mal gusto y totalmente desacertada. Pienso volver, con más datos, sobre este curioso tema una vez leído el libro de Natalie Angier, Mujer, una geografía íntima, citado en el artículo citado (y valga la redundancia).
El olor de la vagina
Por todos, hombres y mujeres, es bien conocido el olor de los
genitales femeninos; aunque no todos huelen igual. Algunos olores de
vagina nos recuerdan a aromas dulces y ligeramente acres. Otros, sin
embargo, los asociamos a los efluvios mefíticos de una cloaca. La
cultura popular ha estigmatizado estos aromas fuertes del sexo femenino
con expresiones del tipo “huele a pescado” (de ahí provienen chistes
como el del ciego que cruza por delante de una pescadería y dice: buenos
días, señoras). Olores que la gente también asocia con la falta de
higiene.
Tal vez sea cuestión de higiene, pero más bien de la higiene de
nuestras ideas preconcebidas y del lavado de cerebro al que hemos sido
sometidos. La gente suele imaginar una vagina como un reducto de
gérmenes que debe de lavarse con dedicación hasta que de ella
desaparezca cualquier olor o lubricación. Esto no es así. La
flora vaginal está repleta de gérmenes, es cierto, pero los gérmenes se
pasean tranquilamente por todos los órganos de nuestro cuerpo. Lo
importante es dilucidar qué tipo de gérmenes son, porque la total
ausencia de gérmenes también es nociva. En condiciones saludables, por
ejemplo, las bacterias de la vagina tienen una función beneficiosa.
Una vagina de olor desagradable no siempre es sinónimo falta de
higiene (de hecho, el exceso de higiene es peor que la falta de higiene,
pues se destruye la imprescindible flora vaginal). Un olor fétido puede
ser producido por lo que se llama vaginitis bacteriana,
una infección que produce compuestos como la trimetilamina, que
curiosamente es la misma sustancia que otorga su olor al pescado poco
fresco. También encontraremos putrescina, que es lo que hallaremos en la carne putefracta, y cadaverina, que ya os imagináis de dónde proviene el nombre.
Una vagina sana debe estar poblada por una colonia de lactobacilos,
las mismas bacterias que se encuentran en el yogur (sean o no de bífidus
activos y demás zarandajas). Los lactobacilos viven ahí dentro,
protegidos del exterior, calientes, bien alimentados por las proteínas y
los azúcares del tejido, y a cambio proporcionan protección frente a
bacterias invasoras generando desinfectantes como el ácido láctico y el
peróxido de hidrógeno. Por eso una vagina sana desprende un aroma
similar al del ácido láctico del yogur y posee un pH del 3,8 al 4,5, más
o menos la que tiene un vaso de vino (superior al café negro pero
inferior al limón). Como dice la divertida Natalie Angier en Mujer, una geografía íntima, ésta en la vagina que canta, la vagina con bouquet, con cuerpo.
El flujo vaginal, por su parte, posee una composición parecida a la
del suero. Agua, albúmina, glóbulos blancos y mucina, la sustancia que
otorga a la vagina su lustre. El flujo vaginal, en ese sentido,
no tiene nada que ver con la orina o los excrementos, sólo es un
lubricante, como el que provoca que nuestros ojos no se agrieten o
nuestra lengua no parezca un pedazo de corcho.
Otro de los desencadenantes de la vaginitis bacteriana,
además del exceso de higiene, son los hombres. En concreto, su semen.
La eyaculación masculina en el interior de la vagina también puede
trastocar la flora vaginal. Al parecer, los espermatozoides no son
capaces de nadar en el medio ácido de una vagina sana, así que vienen
envueltos en una solución alcalina, que incrementan el pH de la vagina,
favoreciendo la invasión de bacterias no deseadas. Normalmente, un
simple coito no provoca esta reacción, pues la vagina recupera con
bastante facilidad su pH, pero los riegos aumentan cuando se mantienen
muchas parejas sexuales diferentes, ya que las defensas inmunológicas,
entonces, no funcionan tan bien. Así que antes de decir con
ligereza que una vagina huele a pescado, quizá habría que plantearse si
en realidad el responsable de ese olor no ha sido el semen de un hombre. O mejor dicho, el semen de muchos hombres diferentes.
Publicado el martes, diciembre 30, 2014 por El Barquero
Una firme vocación (III): Soy una cíborg |
Por lo tanto, el primer escalón que en su ascenso a lo alto del trampolín de gozadora tuvo que subir Natalia fue el de construirse una sólida autoimagen, en la que aparecía retratada como atleta y virtuosa del sexo, artista del placer, campeona del goce y ofrecedora sagrada de delicias carnales, en lugar de como puta, meretriz o despreciable zorrón. Tal ejercicio no fue sencillo en su momento ya que suponía implantar en sus neuronas códigos muy distintos a los que le eran ametrallados contínuamente desde su entorno y requería de un constante estado de alerta para mantener viva e iluminada la nueva imagen positiva que había escogido conscientemente para sí...
Observó Natalia a su amante, que ahora yacía a su lado, con la frente apoyada sobre el hombro de la mujer, dormido plácidamente. El silente varón emitía al expirar un tenue ronquido que hizo reir a Natalia. Le gustaba aquel tipo enjuto, con anatomía de ciclista y cara algo fea, que podía en un momento dado acometer un mete-saca como si del ascenso al Col de Tourmalet francés se tratase, con espíritu bravío y alegre, con constancia, sin cansarse, incluso con esprints, si falta hacía. Era capaz de hacer bromas ocurrentes y a veces resultaba tan hábil con los argumentos en una batalla dialéctica como un artista de malabares con sus pelotas de colores... Le placía más estar con él en las tardes lluviosas, como aquélla...
Publicado el jueves, diciembre 25, 2014 por El Barquero
Mientras follaba, Natalia conseguía a veces una situación de trance de tipo meditativo. Ella era muy dada de ordinario a sumirse en reflexiones y pensamientos, en particular cuando alguna preocupación la embargaba. Pero al mismo tiempo su sensualidad y su lascivia eran muy violentas y capaces de arrastrarla incluso en situaciones de tensión psicológica e inicialmente poco favorables al goce. Y así fue como, por casualidad, un día en que estaba muy preocupada por una discusión que había mantenido con su madre y cavilando al respecto, acabó en la cama con uno de sus amantes, con su cuerpo danzando entre orgasmos y su cabeza concentrada en el problema que la absorbía. Fue como una revelación o epifanía, porque acabó sintiéndose en un espacio fuera del tiempo, contemplándose a si misma y a sus molestias, que flotaban como nubes a su alrededor. La reflexión se volvía ligera y clara y las ideas acudían de repente con diáfana claridad. Cuando su amante se corrió, Natalia ya tenía solucionado su dilema. Desde entonces ocupaba parte de su ocio lascivo en estas meditaciones orgásmicas, como solía denominarlas para sí misma.
Publicado el miércoles, diciembre 17, 2014 por El Barquero
La verga grande y dura penetraba a Natalia como una ametralladora y ella hacía rato que orgasmaba de manera repetida. Las descargas eran a veces violentas y a veces más suaves pero siempre le llenaban de miel el bajo vientre y luego se expandían por todo el cuerpo hasta llegar a los pulmones y al diafragma, causándole una sensación parecida al ahogo o a la pérdida del aliento. Ahora esto ya no la inquietaba, como al principio de descubrir su gran lascivia, y disfrutaba de los pequeños cortes de respiración como una sensación más de las que la embargaban al copular frenéticamente.
Publicado el domingo, diciembre 14, 2014 por El Barquero
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Yo
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- Soy el barquero que abandona el castillo cruzando su ancho foso. Soy también aquél que cruza el puente, dejando atrás el imaginado Jardín del Edén.
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