La lectura del libro de Daniel Bergner ¿Qué quieren las mujeres? me ha reafirmado una vez más en mi convicción de casi toda la vida de que las normas imperantes en lo relativo a la sexualidad y al emparejamiento, son patrones culturales obsoletos que chocan en numerosas ocasiones con la propia naturaleza humana.

Aunque el libro está escrito por un hombre, periodista y escritor, lo cierto es que la mayor parte de los datos e ideas que aporta se basan en investigaciones de mujeres científicas, lo cual las dota de un particular valor en cuanto a estar más exentas de manipulaciones intencionadas.

Me da la impresión de que empezamos a tener datos suficientes como para trazar un cuadro verosímil, científicamente hablando, sobre la sexualidad humana y sobre cómo podría organizarse ésta para generar más bienestar colectivo y menos insatisfacciones. Resulta evidente que, a pesar de haberse desanudado la sexualidad en una parte del mundo (no hay que olvidar que en otra parte importante continúa severamente reprimida, en particular para las mujeres) de algunas de sus restricciones, esta liberación sigue siendo más superficial, cosmética y teatral que real.

El imperativo de la monogamia y de la familia nuclear, los condicionantes económicos, ideológicos y sanitarios, siguen jugando un papel determinante. Las aparentes rupturas con la sexualidad reprimida lo son sólo, realmente, si comparamos nuestra práctica actual con la de época victoriana o la nacional-católica en el caso del estado español. Las supuestas "áreas liberadas" de la sexualidad son en realidad guetos, más o menos cómodos para sus habitantes según las circuntancias, aislados de la práctica colectiva. Y resulta llamativo el hecho de que el reparto sexual sea tremendamente desigual a pesar de la supuesta liberación de costumbres. Esto  no es nada baladí porque supone que aunque hay quien "se pone las botas" otros "están a dos velas" en lo que al sexo se refiere. Y no hablamos de gente mayor, personas que hubiesen quedado desfasadas, sino de jóvenes, supuestamente ya al margen de las represiones de tipo sexual.

En una época en la que andamos metidos en el túnel de la crisis, sería deseable encontrar una salida nueva, creativa, liberadora e igualitaria no sólo a los problemas económicos y políticos, sino también a los de otras áreas importantes para la vida como la sexualidad. Andamos ligados a patrones y normas de conducta, en lo que a la sexualidad se refiere, que están totalmente obsoletos y son muy ineficaces. ¡Hay que cambiarlos!

Intentaré continuar esta reflexión el el blog mediante la publicación de artículos y de traducciones de autores significados (empezando por los que aparecen en el libro citado al principio, como las psicólogas Meredith Chivers, Marta Meana y otras investigadoras) y también alguna que otra reflexión propia como ésta.